Biografías

 

Vanessa Sosa Briales

Por Bibiana Hernández Suárez  

 
Una de las costumbres del barrio de Puerta de Tierra ha sido la de que la comunidad en general llame a algunas personas, e incluso a familias enteras, por apodos cariñosos. Entre esas familias, una de las más conocidas es la de los Sosa, conocidos como los “camarón”, familia caracterizada por su sencillez, honradez, valores y laboriosidad. Y Vanessa Sosa Briales pertenece a esta buena familia de Puerta de Tierra.

Vanessa nació el 12 de agosto de 1971. Fueron sus padres Enrique “Quique” Sosa Hernández e Irene “Taty” Briales León, ambos oriundos de Puerta de Tierra. Sus abuelos paternos fueron don Guillermo Sosa, con quien se originó el apodo familiar de “camarón”, y doña Rosa Hernández.

Vanessa estudió en el Colegio Nuestra Señora de Belén y realizó un Bachillerato en Administración de Empresas en la Universidad del Sagrado Corazón. Al graduarse, trabajó en diferentes compañías en el área de ventas, hasta el año 2001, cuando se traslada a Connecticut, donde reside aún. Allí realizó una Maestría en el idioma Inglés. Desde entonces ha trabajado para el Departamento de Educación de Connecticut, primero como Maestra de Inglés a nivel de escuela superior durante trece años, luego como principal de escuelas durante seis años, habiendo realizado previamente una segunda Maestría que la certificó como tal, y desde hace dos años es supervisora del Programa Bilingüe de Inglés como Segundo Idioma en la Oficina Central del Distrito C. R. E. C. En las dieciséis escuelas que se encuentran bajo su cargo, Vanessa supervisa la atención brindada a estudiantes que no conocen o no dominan bien el idioma Inglés, ya sean inmigrantes, o puertorriqueños que residen recientemente en Estados Unidos. Vanessa está casada desde hace veinticinco años con un puertorriqueño y es madre de crianza de sus dos hijos varones.

Para Vanessa, Puerta de Tierra es muy especial. Con mucho orgullo nos indica: “Cuando yo nací, ya mi familia llevaba tres años viviendo en Levittown, donde mismo se había mudado mucha gente que conocíamos de Puerta de Tierra también. Por eso prácticamente no me sentía como que vivía lejos. Además de eso, mi papá siempre siguió trabajando en la UTM y mis cuatro abuelos continuaban viviendo en mi barrio. Papi visitaba a abuelo y a abuela a diario en El Falansterio y todos los fines de semana, eso era sagrado, venir a visitarlos, y a los papás de mami en la Calle San Agustín 264, al lado de Medina y de Verdejo. Durante los veranos, como mi mamá trabajaba en el Fondo del Seguro del Estado, yo pasaba en el barrio todo el día desde la mañana hasta la tarde con mi abuelita Consuelo. Fue como si no me hubiera mudado. Sentí lo que se siente cuando uno camina por la Calle San Agustín. Puerta de Tierra es mi origen y no puedo separarme de mi barrio porque tuve la oportunidad de sentir muchos años esa calle, especialmente durante mis años formativos. Con mi abuela visitaba a Sebastián para comprar habichuelas. En casa de Lupo comprábamos cuajito. Las empanadas, en casa de Berto Luis. Y diferentes cosas en el negocio de Bodega. Me sentía segura. Acogida. Como en mi casa. Puerta de Tierra es mi hogar. Yo dormía en Levittown, pero vivía en Puerta de Tierra”.

Como ha pasado durante muchos años con Vanessa y con muchos otros, ser puertaterrense no se trata de dónde se reside, sino de lo que se lleva en el alma y en el corazón.