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Sábado 7 de diciembre de 1918   p.1

La Epidemia en San Juan
Desaparece con Rapidez
 

Muy pocos casos,—a juzgar por lo que nos han dicho autoridades médicas, existen ya en la población, producidos por lo que se temió fuera una terrible plaga.

Y se temía que así resultase, porque en Nueva York, de donde, seguramente, se ha transmitido a San Juan, los dos tercios de la populosa urbe sufrieron las consecuencias del rudo azote. Allí se cebó en los talleres, en las fábricas, en los colegios, en los empleados oficiales, de tal suerte que fue necesaria la clausura de muchos centros de enseñanza y de trabajo, y la suspensión de muchos servicios públicos. Allí se ensañó en los altos personajes, en los ancianos, en los niños y en todos los hombres debilitados por alguna enfermedad crónica; ya que uno de los firmes caracteres de la referida plaga es atacar el órgano ya resentido por alguna dolencia. Ataca principalmente en el estómago a los dispépticos, en los pulmones a las personas propicias a la tisis, y en el corazón y en el cerebro a los cardiacos y a los ancianos. En las poblaciones donde vio cierta holgura y bastante higiene, como San Juan, no se detuvo mucho tiempo.

Entre los campesinos mal alimentados, como en Toa Alta y otros pueblos, causó numerosas víctimas; y en poblaciones como Añasco, asoladas por el terremoto o la deplorable situación económica, siembra todavía el espanto, la angustia, y, lo que es peor, la muerte.  Se ha visto, a pesar de todo, y aún en las poblaciones más castigadas, que el expresado azote epidémico no es por su naturaleza mortal. Si se le atiende con eficiencia y prontitud, se evitan sus complicaciones con aquellas otras enfermedades a que el organismo del atacado esté predispuesto, que son las que, promovidas o recrudecidas por la "influenza," suelen producir la muerte. Y esta ha sido auxiliada en muchas ocasiones, tristes es decirlo, por boticarios sin piedad, que, aumentando exageradamente los precios de algunas medicinas, han contribuido a que se caven más sepulturas que las que determinó la plaga, que ya, por suerte, se va alejando, con su negra pluma al viento.

Pero esto de los boticarios merece capítulo aparte.