No hay espacio en el Archivo

Originalmente publicado en la edición impresa Diálogo Febrero-Marzo 2009.
Por Karin O. Cardona
 

 La necesidad de que se construya un nuevo edificio resulta evidente.

En 1973, el AGPR y la Biblioteca Nacional fueron trasladados al edificio.

El patrimonio documental y los archivos juegan un papel importante en la sociedad, no sólo como una parte fundamental de su memoria histórica, sino
también como garantía de los derechos de los ciudadanos y testimonio de la actuación de las administraciones. Para cumplir con su rol, éstos deben contar con estructuras que reúnan las condiciones adecuadas para garantizar la salvaguarda de su acervo. Una de estas condiciones es la existencia de espacios adecuados para depósitos.

El edificio del Archivo General de Puerto Rico (AGPR) es una estructura monumental, de estilo neo clásico, que comenzó a construirse en 1877 con el propósito de servir de hospital civil para la ciudad de San Juan. Sin embargo, otros fueron sus usos. En 1878, el Ayuntamiento decidió destinarlo a cárcel provincial y, más adelante, albergó una escuela de bellos oficios y un asilo para niñas huérfanas. En 1906, la Porto Rican American Tobacco Co. lo adquirió mediante subasta pública, y en 1941 la Corporación Bacardí lo compró destinándolo a la producción y almacenaje de ron.

En la década de los años cincuenta, la estructura iba a ser demolida. El doctor Ricardo Alegría decidió rescatar el edificio con el fin de ubicar los documentos históricos de Puerto Rico que permanecían dispersos en distintas instituciones nacionales y en Estados Unidos. En 1959, el Instituto de Cultura Puertorriqueña lo compró a un costo de medio millón de dólares. Tras un lento proceso de restauración, en 1973, el AGPR y la Biblioteca Nacional fueron trasladados al edificio.

Los depósitos que se construyeron en el ala este del edificio tienen la capacidad para albergar 50,000 pies cúbicos de documentos. En aquel entonces, el Archivo contaba con 32,000 pies cúbicos. Actualmente, alberga 80,000 pies cúbicos de documentos y cuenta con la misma cantidad de espacio para almacenarlos. Por otro lado, hay cerca de 30,000 pies cúbicos de documentos en las distintas dependencias del gobierno en espera (desde hace más de 20 años) de ser trasladados al Archivo, muchos de ellos en un constante proceso de deterioro.

Hoy, después del último proyecto de rehabilitación que finalizó hace dos años, a un costo aproximado de $20 millones, el edificio no tiene la capacidad para la cantidad total de los documentos que le corresponde guardar por ley y tampoco se puede contemplar un crecimiento, porque no hay posibilidades de expansión. De acuerdo con un análisis de las listas de disposición de documentos públicos remitidas al Archivo General, se estima que en 50 años, a razón de un crecimiento anual de 2,616 pies cúbicos, tendremos 130,800 pies cúbicos adicionales de documentos para un total de 240,800 pies cúbicos.

Sabemos que uno de los aspectos que hay que considerar a la hora de planificar un edificio para archivo es el aumento en el volumen documental. Los expertos sostienen que se debe proyectar para un crecimiento en 50 años. El Manual de Archivos Tropicales publicado por la UNESCO establece que “la relación entre la capacidad y el espacio está muy ligada con el volumen de los documentos custodiados en el momento de elaborar el proyecto, así como la proyección de los que se van a recibir en los siguientes 50 años, pero se estima que un 60 por ciento del área total del edificio de archivo está ocupada por depósitos”.

Mientras se llevaba a cabo el proceso de rehabilitación, comenzado en 1999, contratamos a varios arquitectos para que nos presentaran propuestas para la construcción de un nuevo edificio. De acuerdo con un estudio del arquitecto Alvaro Morales (2002), quien realizó las restauraciones del Archivo Nacional de Costa Rica, “el actual edificio en restauración está prácticamente agotado en su capacidad de desarrollo de un nuevo complejo de edificios del Archivo General. En algunos años, se confirmará la necesidad de unas nuevas instalaciones, adecuadas, modernas, con menor costo energético, con posibilidades de crecimiento, con depósitos seguros, así como con una expresión moderna que simbolice la cultura puertorriqueña del siglo 21”. Nos indica, además: “el edificio en restauración tiene espacios adecuados para las salas de consulta, pero es absolutamente deficiente en las áreas de depósito y restauración. Hay serias deficiencias de seguridad sísmica en las áreas noreste y este, y algunas áreas presentan sobrepeso al suelo de
acuerdo con las recomendaciones en los estudios estructurales”.

La necesidad de que se construya un nuevo edificio, por ésta y por otras razones, resulta evidente. La propuesta no es nueva. En 1989, la Junta Asesora de Documentos Históricos de Puerto Rico, en su informe final del Proyecto de evaluación e informe de necesidades de los documentos históricos de Puerto Rico recomendó “comenzar la planificación de un edificio moderno diseñado a propósito para el Archivo General que permita atender las necesidades del siglo 21”.

En el 2003, a raíz de un seminario que se celebró en Puerto Rico relacionado con la construcción de edificios para archivos en países de clima tropical, un grupo de arquitectos brasileños presentó una propuesta para la construcción de un edificio similar al que la firma tenía contemplado construir en Brasilia. El grupo, dirigido por el arquitecto Alfredo Brito, revisó los planos del proyecto de reformas, visitó la estructura y llegó a la conclusión de que el edificio era inadecuado y que la restauración había sido una agresión en cuanto a lo que concierne al patrimonio edificado.

Resulta irónico y hasta vergonzoso pensar que se han invertido $40 millones (total invertido en los últimos 25 años) en un edificio para archivo que no es adecuado. Con esta cantidad, y aun con mucho menos, se pudo haber construido uno nuevo con todas las especificaciones requeridas.

Llamamos la atención a esta situación porque una de las razones por las cuales se pierden documentos con valor histórico en las distintas dependencias del gobierno de Puerto Rico es precisamente el tiempo que permanecen allí, bajo condiciones poco adecuadas para su conservación, en espera de un espacio en el Archivo. Se debe comenzar a pensar en serio sobre este asunto.