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Lucy Dávila Adorno una madre que no se quita

EL VOCERO destaca la historia de Lucy Dávila Adorno. Una madre puertorriqueña y residente de Puerta de Tierra, que, además de madre, es empresaria y líder comunitaria. 

Lucy es cosmetóloga y embalsamadora de profesión. >Melissa Cruz/EL VOCERO

El Vocero
Sábado 11 Mayo 2024
Jorge Rodríguez


“Por siglos de siglos la madre se ha constituido en símbolo universal, desde aquel primer contacto de pecho a pecho con sus hijos recién nacidos para: jamás olvidar cuando soñaban recogiendo estrellas para repartirlas entre sí y traer la luna llena para alumbrarse; para revivir aquellos momentos cuando compartían sonrisas de plata sin soltarse de la mano; y para entender lo que se dice cuando más nadie lo comprende”; “Es día —el Día de las Madres—, para revivir la madre como la flor más bella del jardín y recordarla como lo más querido de la vida”, según voces poetas.

Como preámbulo a la celebración del Día de las Madres, EL VOCERO destaca la historia de Lucy Dávila Adorno. Una madre puertorriqueña y residente de Puerta de Tierra, que, además de madre, es empresaria y líder comunitaria. Ella es descrita por sus congéneres y amigos, como una líder ejemplar, dispuesta siempre y de todo corazón, a resolver los problemas en el barrio. “Un día me le acerqué para hablar de los problemas del barrio, y me fijé que nunca cambia su forma de ser afable, a pesar de haber sufrido un derrame cerebral que le impide utilizar una de sus piernas a cabalidad. Es una mujer de fuerza y alumna de ejemplo que sigue hacia adelante. Hemos seguido con ella como líder comunitaria, con un balance entre el comerciante y el habitante”, declaró Bibiana Hernández Suárez, integrante del Consejo Comunitario de Seguridad Vecinal de Puerta de Tierra. Grupo comunitario fundado por Lucy hace varias décadas.

Una emprendedora en ciernes...

Trashumante de nacimiento, Lucy es natural de la calle Europa en Santurce, pero la vida la llevó intermitentemente por otras rutas... y las primeras décadas de su vida transcurrieron entre Caparra Terrace, Cantera, Puerto Nuevo, Monteflores, Levittown y Truijllo Alto.

“Mi mamá trabajó muchísimo haciendo planchado y con el dinero que ganaba se compró una casa en Cantera, en la calle del puente. Fue de mi mamá, de quien aprendí a ser comerciante, porque ella alquilaba los cuatro cuartos que tenía la casita de Cantera; y lo mismo hacía en la casita de la calle Europa (Santurce), donde en el primer piso teníamos una barra. Lo bueno era que vivíamos al lado del comisario del barrio y en casa yo ponía el orden. Me casé como a los 21 años y mi hermana a los 15 años. Estudié cosmetología en la Calle Agustín Ramírez y después empecé a trabajar en Woolworth en Santurce. Cargaba un bulto grande con mi uniforme e instrumentos de trabajo y me movía a pie y en guagua para todos lados hasta regresar a Cantera. Uno de mis primeros novios no quería llevarme a nada y como yo ganaba un salario y recortaba gente cerca de mi casa, sabía que podía moverme sola y no depender de nadie”, recordó.

En aquel tiempo Lucy iba a comer a casa de Doña Esperanza, mamá de Jorge Rivera Nieves, en la calle Los Pinos en Santurce. Lo curioso era que almorzaba con los invidentes de la escuela Loaíza Cordero. Entonces, su futuro novio —Jorge— andaba con el abogado Dimas Padilla y también la invitaba a pasear en “un carro con botones. Al principio no me inclinaba a acompañarlo”, recuerda Lucy. Pero luego llegaron las conversaciones de enamorados y establecieron una relación de noviazgo. Dimas —amigo de Jorge— se casó con su hermana y Jorge y Lucy, tras desposarse con un juez, se instalaron en un apartamentito en Los Caobos, en Trujillo Alto.

Su llegada a Puerta de Tierra

Después, el matrimonio compró una propiedad en Levittown, pero a Lucy le daba miedo por ser un área muy oscura y peligrosa. Fue entonces cuando la llegada de Grenda (reconocida comunicadora puertorriqueña) la convirtió en madre por primera vez, y luego de un cambio marital, madre e hija se instalan en Puerta de Tierra, donde es hoy el Buen Pastor.

“Yo tenía un Maverick y Ernesto Padró —su futuro esposo— colocaba unas sillas para controlar el ‘parking’ de su negocio. Como mi apartamento no tenía un ‘parking’ fijo, Ernesto se ofreció a guardarme uno, razón por la cual colocaba una silla para asegurar mi espacio, era como tener un ‘valet parking’ para mí”, contó Lucy.

“Ernesto llegó a Puerta de Tierra a vender objetos de pesca, pero terminó dedicándose a la labor funeraria. Tenía tremenda labia, siempre estaba y era loco con Grenda. Me casé con Ernesto y puse mi ‘beauty’ en un área cercana a la funeraria”, acotó esta emprendedora innata.

Antes del nacimiento de su hijo Ernesto, Lucy perdió dos embarazos de entre 4 y 6 meses de gestación. “Uno de los embarazos era de una niña y otro un varón”, sostuvo.

Para que el tercer embarazo de Lucy pudiera llegar a término fue preciso “estar en descanso y para no sentirme tan encerrada, mi esposo Ernesto buscaba la manera de bajarme por las escaleras y llevarme fuera del edificio para que comiera y tomara el aire”, recordó.

“Ernesto Jr. nació grandote, y compramos una casa en Santurce y todo iba bien, hasta que un día mi esposo se sintió mal. Fue mi hija Grenda quien me dijo que su papito estaba acostado (algo que él no hacía) y supe que algo no estaba bien. Ese día dejé a los niños en la escuela y luego llevé a Ernesto al hospital Pavía y fue cuando nos dijeron que había tenido un infarto. Allí estuvimos un mes (él) hospitalizado, hasta que falleció”, sostuvo Lucy con tristeza.

“Me quedé viuda, con mis hijos pequeños y con ambos negocios (el salón de belleza y la funeraria). Del negocio de la funeraria no sabía nada y fueron los empleados quienes me enseñaron el oficio”, dijo.

“Mi mamá completó un bachillerato en Administración de Empresas de la Universidad de Puerto Rico, en Río Piedras. Ella tardó como seis años en lograrlo porque estudió estando otros pequeños”, contó Grenda. En ese momento Lucy era viuda, cuidaba a sus hijos, era líder comunitaria y mantenía su salón de belleza y la funeraria.

“Como necesitaba una licencia para embalsamar, me fui a estudiar y a sacar mi licencia”, expresó Lucy.

“Mi mamá solita era quien buscaba a los cadáveres y después los maquillaba, se ocupaba también de nuestra juventud y era muy recta en casa y muy dedicada a ayudar al prójimo”, añadió su hija.

“Con la ayuda de los negocios pagué todos los gastos de los estudios universitarios de Grenda y de Ernesto, ambos en Estados Unidos”, agregó Dávila Adorno, con la satisfacción de quien lo hace todo por los suyos.

Un cambio de planes...

Fue un día cualquiera, cuando Lucy y su hijo Ernesto decidieron inspeccionar el carro fúnebre —como lo hacían siempre— en el patio del local. Recuerda Lucy que su nuera Gladimar también estaba con ellos, cuando de repente la vida le cambió, ocurriéndole un derrame cerebral que afectó el lado izquierdo de su cuerpo.

“De momento, mientras inspeccionaba el carro, me pareció que me iba a desmayar y sentía que iba a ser duro... fuerte... Ernesto estaba a mi lado, y recuerdo que no me caí, porque pude aguantarme y mantener el balance. Mi nuera se dio cuenta de que algo sucedía y lo próximo que recuerdo, es que en cuestión de minutos, ya estaba en el hospital. ¡Fue cuando me cambió la vida!”, dijo Lucy, dueña de todas sus facultades.

Su hijo Ernesto, chef de profesión, se hizo cargo del negocio familiar, mientras su mamá luchaba por recuperarse y adaptarse a un nuevo estilo de vida.

“Como digo, fue un privilegio poder tener la capacidad de manejar esta responsabilidad”, rememoró su hijo Ernesto.

Presenciando este encuentro entre Lucy, sus hijos y EL VOCERO, estaban Licelot Asencio (su enfermera) así como los miembros de la directiva del Consejo Comunitario de Seguridad Vecinal de Puerta de Tierra, Viviana Hernández Suárez y José Luis Vélez, quienes nos dejaron saber que ahora, en su agenda de trabajo, está la lucha por la emigración desmedida de los vecinos del barrio y la venta indiscriminada de propiedades, ocasionando un gran desbalance social y poblacional.

“Según lo veo nos vamos a quedar sin nada. Los políticos lo han comprometido todo en San Juan y la gente se está yendo”, concluyó Lucy Dávila Adorno, una madre que no le teme a la adversidad y se mantiene ¡presente!