Obra encontrada de Lorenzo Homar, de 1950.
Pintoresco hallazgo

24 de abril de 2012

Aparecen dos obras del maestro Lorenzo Homar, luego de estar guardadas por 60 años en Nueva York

Por Luis Rafael Trelles / Especial El Nuevo Día

 

UN LARGO VIAJE
Primera parada
1948-195O Homar pinta los cuadros en el taller de pintura de Rufino Tamayo en el Museo de Brooklyn.

Segunda parada
1950 (aprox.) Homar le regala los cuadros al director de la tienda del museo, Cari Fox.

Tercera parada
2011 (diciembre) Los cuadros aparecen 60 años después, descubiertos por Matt Tyrmand, el nieto de Fox.

Cuarta parada
Los cuadros llegan a la Galería Éxodo en el Viejo San Juan

Hay obras de arte que se toman un largo tiempo en anunciarse ante el mundo. Algunas, incluso, pueden estar más de 60 años perdidas. Esa es la historia de dos pinturas de Lorenzo Homar que recién salen a la luz pública.

La saga de los dos cuadros, uno del 1948 y el otro del 1950, no carece de elementos de una película de tesoro escondido, con un ático donde se perdieron las obras y un hallazgo fortuito incluidos.

Realizadas por Homar cuando vivía en Nueva York y tomaba talleres con el pintor mexicano Rufino Tamayo en el Museo de Brooklyn, las pinturas luego pasaron a manos de Carl Fox, el director de la tienda del museo.

“Se habían hecho buenos amigos”, dice Radamés Rivera Vázquez, dueño de la Galería Éxodo en el Viejo San Juan y el actual dueño de las pinturas. “Fox se ocupaba de comprar arte latinoamericano para la tienda del museo”.

Las pinturas terminaron en el ático de Fox, donde cayeron en un olvido de seis décadas que terminó el año pasado, cuando su nieto Matt Tyrmand las descubrió. Intrigado por el hallazgo, Tyrmand contactó a la Galería Éxodo para averiguar si el descubrimiento tenía algún valor.

“No todos los días uno recibe la llamada de alguien que tiene dos obras de un maestro puertorriqueño”, menciona el galerista. “Cuando me llamó, Matt Tyrmand me dijo que estaba limpiando la casa de su abuelo cuando las encontró. Él no tenía la más mínima idea de quién era Lorenzo Homar”.

Luego de reponerse de la sorpresa que le produjo el hallazgo, Rivera Vázquez terminó por adquirir y traer las pinturas a Puerto Rico.

Evolución en los brochazos

Para José Antonio Pérez Ruiz, un crítico de arte que ha inspeccionado ambas obras de cerca, este descubrimiento “significa lo que para un astrónomo simboliza una nueva galaxia. Así de importante puede ser una imagen de esta naturaleza”.

La primera tarea fue la limpieza, que estuvo a cargo del restaurador Santiago Espinal. Ese proceso reveló con una nueva claridad los brochazos de un artista en plena etapa de crecimiento. La pintura del 48, que muestra una colorida casa de pájaros, refleja la influencia del maestro Rufino Tamayo. En la del 50 se ve una escena de acróbatas con el estilo abstracto-figurativo de un Homar más seguro de su técnica.

“Ese primer cuadro es aparentemente menos complicado, pero anuncia que hay un gran artista”, explica Pérez Ruiz. “El de los gimnastas es capital; él se dedicó mucho a la gimnasia y esta parece ser una de las primeras obras que va en esa línea”.

La carrera de Homar pasaría a distinguirse por su trabajo en la gráfica, donde se le reconoce como un gran maestro. Los dos cuadros, desconocidos hasta ahora, arrojan una nueva luz sobre su evolución artística.

“Se ve a un artista meticuloso en estos esfuerzos”, puntualizó Pérez Ruiz. “Velaba porque su nombre estuviera bien representado”.

Las pinturas aún podrían tener unas escalas adicionales en su travesía, aunque Rivera Vázquez no tiene ninguna prisa por venderlas.

“Me gustaría que el público tuviera acceso a verlas”, dice de las obras. “Sería ideal que las adquiriera un museo”.