En pie de guerra

dom, 29 de julio de 2007
EL NUEVO DIA / VIDA Y ESTILO

Por: Carmen Dolores Hernández
 

El fuerte San Jerónimo se enfrenta ahora con un enemigo que podría ser más formidable que los piratas ingleses.




Fortín San Jerónimo.

Siempre en pie de guerra, el fortín de San Jerónimo del Boquerón lleva siglos defendiendo a la ciudad de San Juan de sus enemigos. Su localización ha sido clave para esa función. Situado al extremo oriental de la isleta en la que se relocalizó la capital del país en 1521 tras ser trasladada desde Caparra, no se llamaba, en un comienzo, San Jerónimo, sino el fortín del Boquerón (por la forma de boca de esa entrada a la bahía). Desde los albores de la colonia española defendió a la Isla de los ataques constantes de piratas y corsarios.


Los piratas

Estos no eran los personajes caricaturescos de las películas actuales y mucho menos los que proveen diversión en los parques temáticos. Temibles y sanguinarios, presentaban una amenaza muy real a las poblaciones costeras del Caribe. Muchos, además, tenían la protección de sus reyes, como sucedía con Sir Francis Drake, a quien Isabel I de Inglaterra comisionó para que le infligiera todo el daño que pudiera a su enemigo mortal, el rey Felipe II de España. Aunque nuestra isla no era una colonia rica (ya a finales del siglo XVI el clamor general era '¡Dios nos lleve al Perú!' por la noticia de las riquezas allí halladas), tenía un valor estratégico militar como llave del imperio español en América. Y aunque las flotas que transportaban el oro de las Indias al puerto de Sevilla no recalaban en Puerto Rico, sucedía a veces que -como en el 1595- la Isla proveía un refugio temporero para cualquier navío necesitado de reparaciones.

Drake, el célebre pirata inglés, supo de un barco así y de su carga: dos millones de pesos de oro y de plata que se custodiaban en La Fortaleza. Entonces, atacó. La Isla se había estado preparando para una tal eventualidad. San Juan se había empezado a convertir en una plaza fuerte, parte de un sistema defensivo de gran alcance que incluía también a Cartagena de Indias y a La Habana. Los planes para Puerto Rico no sólo contemplaban las grandes fortalezas como San Felipe del Morro y San Cristóbal, sino también una línea de murallas que encerrara a la ciudad y la fortificación del extremo oriental de la isleta.

El gobernador Diego Menéndez de Valdés mandó a hacer en 1587 un pequeño fuerte allí. Así se lo describe al Rey: "Este Boquerón propio es de una parte y de otro peña que no se puede echar gente en él [no puede desembarcar nadie], de la parte de la ciudad, hace una punta ... en la cual tengo hecha una plataforma donde pueden jugar seis piezas y allí tengo dos de hierro colado de ocho y nueve quintales por no tener más, con una trinchera alrededor…" (citado en el libro de Ricardo Alegría, 'El Fuerte San Jerónimo del Boquerón').

Por ahí, precisamente, atacó Drake. Traía, según ha escrito el historiador Arturo Morales Carrión, 25 barcos y 4,500 hombres. Intentó hacer tierra por el Boquerón, dando pie a que los defensores abrieran fuego y rechazaran el ataque. Cambió entonces de planes y entró por la boca del Morro. Una vez dentro de la bahía, incendió cinco fragatas de guerra que allí se resguardaban.

Según la leyenda, la luz de las llamas les permitió a los defensores hacer blanco en los barcos enemigos, que se batieron en retirada. Otra leyenda señala que John Hawkins, el primer inglés en desempeñar la trata negrera, amigo y colaborador de Drake, murió en la batalla, muerte que celebró Lope de Vega en 'La Dragontea': "Cenando estaba un Anglo Caballero / que de teniente al General servía / vio la luz desde el puerto un artillero / y a la mesa inclinó la puntería: / la vela, el blanco, el Norte y el lucero / de aquella noche a su postrero día / la bala ardiente acierta de tal suerte / que quince y él cenaron con la muerte…".
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De Puerto Rico siguió Drake en un viaje de saqueo a lo que es hoy Colombia -Riohacha y Santa Marta- y luego a Panamá, donde murió. En 'Cien años de soledad' García Márquez escribe: "Cuando el pirata Francis Drake asaltó a Riohacha, en el siglo XVI, la bisabuela de Úrsula Iguarán se asustó tanto con el toque de rebato y el estampido de los cañones, que perdió el control de los nervios y se sentó en un fogón encendido...".

El triunfo sobre Drake fue el primero del pequeño fuerte del Boquerón, pero no el único. Tres años después, otro pirata inglés se lanzó a la carga. George Clifford, Conde de Cumberland, llegó a Puerto Rico con veinte naves y 4,000 hombres. El 16 de junio de 1598 desembarcó con sus hombres en Cangrejos (antiguo nombre de Santurce) y enfrentó, también él, el fuego del fuerte del Boquerón y del pequeño fortín de San Antonio, que se encontraba sobre el caño del mismo nombre. Como los defensores volaron el puente que conectaba la isla grande con la isleta, muchos ingleses, incluyendo el Conde, estuvieron en peligro de perecer al intentar vadear el estrecho.

Los atacantes cambiaron, como Drake, de estrategia, y atacaron -exitosamente- por el Morro. Capturaron la ciudad y tomaron posesión de la Isla. Durante 155 días -más o menos 5 meses- Puerto Rico fue posesión de los ingleses.

¿Cuál hubiera sido nuestra suerte si se hubiera consolidado esa ocupación? La historia está llena de preguntas como esta, que quedarán para siempre sin contestar dado que los ingleses, en esa ocasión, abandonaron la Isla, derrotados por la disentería.

Aunque el fuerte no figuró en la defensa ante el ataque del holandés Balduino Enrico en 1625, su valor estaba probado. Tras su reconstrucción en 1635 fue conocido como el fuerte de San Jerónimo del Boquerón. Más de un siglo después, en 1791, hubo otra reconstrucción. Las obras concluyeron en 1796, justo a tiempo para recibir con su fuego al último y más importante de los ataques ingleses. En 1797 se presentó en aguas de Puerto Rico una escuadra de 60 buques y más de 3,000 hombres, dirigida por Sir Ralph Abercromby. Venían de tomar la isla de Trinidad.

La primera embestida de los ingleses, que desembarcaron en Cangrejos el 18 de abril, fue -de nuevo- por el Boquerón. La lucha fue fiera, pero el capitán general don Ramón de Castro (cuyas hijas, las hermosas niñas pintadas por Campeche, se encuentran en un cuadro del Museo de Arte de Puerto Rico) había preparado a la ciudad y al país. Trece días duró el ataque -documentado también por Campeche en un óleo- durante los cuales las milicias puertorriqueñas del interior atacaban la retaguardia de los ingleses. Hubo gestas heroicas, recordadas en coplas como la que dice: "En el puente Martín Peña mataron a Pepe Díaz, / que era el hombre más valiente que el rey de España tenía". Temiendo ser aniquilados entre dos fuegos, los ingleses, derrotados, se alejaron de la Isla, que quedó regocijante. El fuerte, destruido, se reconstruyó y encima se hizo una casa de madera que le servía de vivienda a su comandante.


Los norteamericanos

Tras el 98 el Fuerte San Jerónimo pasó, como todas las propiedades del Gobierno español en Puerto Rico, a manos de Estados Unidos, cuyo gobierno instaló allí una estación de radio que probaría ser clave en la historia posterior de esa fortaleza. A su cargo se puso a un radiotelegrafista de nombre Virgil Baker. En una entrevista que le hiciéramos al Dr. Ricardo Alegría en torno a San Jerónimo, este contó que el tal Baker había salvado, con su intervención, al general Pershing, héroe de la I Guerra Mundial, cuando este vino a Puerto Rico a principios de los años veinte y su barco encalló frente a San Juan. Como recompensa, el Congreso incluyó, en la ley de presupuesto para la Marina del 1921, una línea cediéndole a Baker el usufructo del fuerte y terrenos aledaños. Aunque el número de años que se solía estipular en transacciones de esa índole era de 99, el documento señala que el usufructo duraría 999 años. ¿Equivocación? ¿Estrategia? De nuevo la historia guarda silencio al respecto.

Baker vivió por muchos años en una casa construida encima del fuerte. En 1946, Teodoro Moscoso, primer director de Fomento, estaba tratando de interesar a la cadena Hilton para que arrendara un hotel de lujo que él pensaba construir. Su meta, como explica Alex W. Maldonado en su libro 'Teodoro Moscoso and Puerto Rico's Operation Bootstrap', era establecer una industria turística en la Isla. Como los terrenos que les interesaran a los ejecutivos de la Hilton fueron precisamente los que tenía Baker en usufructo, Moscoso se dispuso a negociar con él. La propiedad fue expropiada a cambio de un pago de $464,000. El hotel Caribe Hilton se construyó e inauguró en 1949 y el fuerte San Jerónimo pasó a manos del municipio de San Juan. Este se lo traspasó al Instituto de Cultura Puertorriqueña en 1956. Un año antes, Ricardo Alegría se había convertido en el primer director ejecutivo de la recién creada institución. "El fuerte no tenía que ver con el Caribe Hilton", afirmó don Ricardo en el transcurso de la entrevista. "No era propiedad del hotel".

Alegría pensó que el fuerte sería el lugar perfecto para establecer un museo de la historia militar y naval de la Isla y puso manos a la obra. Los trabajos comenzaron enseguida y el museo abrió sus puertas en 1963 con varias salas en las que se exhibían uniformes militares de distintas épocas, armas de todo tipo y mapas de la Isla. También se exhibieron documentos que aludían a los cinco grandes momentos de la historia militar de Puerto Rico: la guerra entre los conquistadores y los indios en 1511; los ataques de Drake y Cumberland a San Juan (1595 y 1598); el ataque holandés (1625); el ataque inglés del 1797 y la Guerra Hispanoamericana (1898). Había asimismo una sala de cartografía y de historia de la ciudad y modelos a escala de barcos españoles: carabelas, galeones y fragatas de guerra. Se reprodujeron la capilla y una cocina.

En la restauración del fuerte para el ICP, intervinieron los arquitectos Eladio López Tirado y Franz Loesche y, en la instalación de los objetos, los artistas Luis Hernández Cruz y Carlos Marichal. La selección de objetos y el plan de exposiciones fue obra de don Ricardo. Dos militares, el capitán Manuel Zapatero y el coronel Manuel Ballesteros, fueron sus asesores.

Ese museo fue desmantelado por administraciones sucesivas del ICP. El fuerte se le alquiló al hotel para que hiciera allí fiestas y recepciones. Lo que está pasando ahora sale a diario en los periódicos.

El fuerte San Jerónimo ha resistido muchas batallas durante su larga vida. ¿Resistirá aún otra, la más cruel, quizás, porque su derrota le negaría no sólo la vida sino la capacidad de comunicarse con su pueblo, al que tan bien defendió a lo largo de los siglos?