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Noticias  1937

El Falansterio

El Mundo  
sábado 6 de noviembre de 1937   pág. 6


Visitando al primer inquilino de la PRRA

Por Antonio Cruz y Nieves

De los cuatro vigilantes del falansterio, cuyas familias fueron las primeras en mudarse al falansterio antes de su inauguración, el primero en trasladarse a su apartamiento fué Euclides Rivera en compañía de su esposa María R. Rivera. Las cuatro familias han adornado sus apartamientos de la manera más bonita posible y ya los verán nuestros lectores en su visita al falansterio el domingo próximo, 7 de noviembre , a las tres de la tarde.

Acompañados del señor Francisco Toste, alto empleado de la oficina de don Manuel Egozcue y quien actúa interinamente como adminsitrador del falansterio, giramos una visita al apartamiento de Euclides Rivera, al mismo tiempo que un periodista amigo y su señora esposa.

En las landas y futuros parterres de los paseos va brotando la grama. Y unos cuantos arbolitos estratégicamente sembrados pugnan por vivir. Son los futuros prados y boscajes del imponente conjunto de edificios.

Los apartamientos del falansterio parecen más pequeños antes de ser habitados. Así lo reconocemos al entrar en el apartamiento de los esposos Rivera y encontrar que la sala-comedor apesar de estar ocupada por los juegos de muebles correspondientes a ambas dependencias, deja aún amplio sitio para moverse cómodamente. Los muebles son muy sencillos, pero limpios y bien ordenados. De las puertas y Ias ventanas cuelgan cortinas de papel y de las paredes los marcos de cuadros humildes representando motivos sin complicaciones.

Sorprendo en los ojos del matrimonio la misma alegría exaltante que en los primeros matrimonios de trabajadores agrícolas que se instalaron en las casitas y las granjas de subsistencia. Una alegría de niños que viven un cuento maravillos en el cual un hada madrina da formas tangibles con un toque de su varita a sueños que toda la vida anterior les parecieron irrealizables. El hada es la PRRA y la varilla es el brazo infatigable y omnipresente de sus hombres.

Los dos cuartos de dormir están equipados con sus camas, ataviadas con piezas de poco costo, pero pulcramente limpias, el closet, el tocadorcito de verdad o improvisado y la mesita de noche. Todo decentemente pobre, tan limpio y tan reluciente como las almas de sus habitantes que rebosan optimismo.

Después de saludarnos, el marido ha vuelto, sonreidor y diligente, a sus labores cotidianas. Y la mujer, con la punta del delantal entre las manos y la risa en los ojos y la boca, nos muestra el patio pequeño donde está el lavadero, la cocinita con su estufa de gas y el cuarto de aseo con su ducha graduable y su equipo de último diseño.
—¿Cuánto paga usted aquí mensualmente?, le pregunta el periodista. 
Pregunta de "pagano" de la casa.



—Ocho dólares con seis centavos, contesta la mujer.
Asombro general. A esa renta aquello es Versalles.
—¿Le cuesta mucho el gas?, le pregunta la señora del periodista, que nos acompaña.
Pregunta muy natural entre amas de casa.
—No, señora, contesta la Rivera. Me basta poner diez centavos en la ranura. (*)
—¿Diez centavos?, pregunta con asombro la interlocutora.
— Diez centavos. Y me da para cocinar tres días.
—No puede ser! Yo gasto una peseta diaria. ¿Cómo es posible?
La del falansterio responde muy seriamente.
—Aquí tenemos que aprender a economizar en los menores detalles. Ya ve usted.

Nos cuenta que la PRRA compra el gas al por mayor a la compañía, lo cual reduce el costo, y se lo vende a ellas a precio de costo. Ahora, mientras se ocupa el falansterio, les cobra $1.10 por millar. Cuando se hayan instalado todos o casi todos y aumente el volumen de consumo lo rebajará a $1.00. Por eso sólo tienen que poner diez centavos en la ranura. la administación ha dotado de sólidas y comodas estufas de gas todos los 216 apartamientos.

Mientras las dos mujeres discuten tópicos exclusivamente femeninos relacionados con la futura vida en el falansterio, nos acercamos a Toste.

—Si todas las familias que se muden aquí del domingo en adelante, son como ésta, el éxito es seguro.
—¿Lo dice usted por su espíritu de cooperación y trabajo? Estamos procurando que lo sean. Claro que es casi humanamente imposible, pero algo puede hacerse. Las familias se van seleccionando cuidadosamente y tratamos de instalar en apartamientos contiguos aquellas familias amigas que lo soliciten. Esto facilita las relaciones a que naturalmente vendrán obligadas entre ellas. El Servicio Social les ayudará a divertirse lícitamente y a resolver sus menudos problemas, tendrán atención médica, trataremos de crear un paraíso para esos diablillos que son los niños y procuraremos que haya aquí pequeñas representaciones, conferencias y, si es posible retretas. Estas cosas ayudarán en mayor o menor grado al entusiasmo que usted ve ahora.

Las señoras han terminado de inspeccionar el lugar y la compañera del periodista se dispone a partir.

—Es bello esto, ¿verdad?, le pregunto.
— ¿Bello?, me repregunta ella. Si fuera usted mujer diría: colosal! Este es el sueño hecho realidad de una esposa y una madre: tener un rincón decente, cómodo, seguro donde su esposo se emancipe de las influencias perniciosas del arrabal y donde los hijos tengan un sitio a salvo de peligro donde jugar, correr, empezar a educarse, y desarrollarse normalmente como cuadra a seres civilizados.
Me callé. ¿Quién puede hablar con mayor autoridad de estas cosas importantes de la vida, que una madre, engendradora de vida ella misma?

(*) El "gas fluido" era distribuido por medio de tuberías que llegaban hasta las cocinas, y allí instalaban un  medidor  que se activaba introduciendo monedas. Se abonaba por adelantado una cierta cantidad de dinero por el consumo del combustible.